Una cierta somnolencia remolineaba en el aire de la tarde. Por fin las puertas de la tienda se desperazaban de par en par. Con frialdad empresarial el dueño del local seguía nuestros movimientos, dando a veces los precios, describiendo a veces los productos. Una pareja de origen portuario y escencia libertina preguntó por un producto de centro comercial. Nos acercamos al mostrador con los items elegidos. La pareja no recibió contestación y se retiró murmurando.
-De dónde son?
Respondimos con timidez.
-Una vez escuché hablar de ese lugar. Y que hacen por acá?
Respondimos con mayor timidez aún.
-En serio? Es la primera vez que escucho que alguien lo hace de esa manera. Yo solía hacerlo en mi juventud, pero claro que lo hacía con un caballo.
Envalentonados con la abierta frescura y el cambio de actitud del tendero, nos enredamos en una amena conversación. El resto de los clientes pululaban sin ton ni son.
-Esta es la luna de Atahualpa.
Con un movimiento rápido nos muestra la letra de la famosa canción impresa en la contratapa de la caja de alfajores.
-Viven sin contaminarse, cómo les explicas que nosotros estuvimos parados sobre el disco plateado del firmamento?
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